(Escucha “Sad Violin” mientras lees este cuento)
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
Juan 8:32
Después de más de cinco intentos vuelvo a estar aquí, sentado frente a una computadora intentando encontrar la creatividad necesaria para escribir algo que a tus ojos sea grato, que a tu mente sea un deleite y a tu recuerdo una infatigable tortura que no cause dolor sino placer…
Desde aquella vez que lo platicamos mi corazón ha sentido la necesidad de escribirte palabras que unidas cual seda se ajusten a tu efigie espiritual… y aunque de bella e incomparable figura eres, mis manos que saben de artesanía no han logrado tejer cuento alguno que imite vulgarmente la creación divina…
Estas aladas palabras escribo para reducir al mínimo la distancia… danza conmigo cual hada y duende en los verdes campos para encontrar los magnos secretos que guarda el lenguaje…
Sapiente soy de la capacidad que tienes… fusionada en ti están las maravillas del mundo entero… belleza que mantiene cautivos a los hombres, inteligencia que mantiene cautivos a los sabios y pasión que cautiva a las deidades desde el inicio de los tiempos…
Pensemos un momento en la casualidad de los acontecimientos vividos… no, casualidad no existe en ellos, pues si bien la curiosidad motivo el acercamiento, sigue siendo la curiosidad la que lo sostiene…
Impensable para mi ha sido redactar con las ardides de la razón… pues ella no sabe nada de sentimientos y cuando estos entran en escena cual si la vida fuere una obra de teatro, las luces menguan, la expectativa crece y el corazón se agita…
Estoy pues frente a lo que jamás pensé hacer… escribir sin musa tangible, buscando en el Quijote aquella pasión que me hace falta, intentando robar un poco de ese ardor con que guardan los guerreros su bandera, y no puedo… la simple imaginación me lleva a atravesar un mundo, en el cual, admiro como si fuese un pequeño mozuelo, resquicios de una mueca dibujada en tu rostro…
Razón más que suficiente para mi es saber que tu cielo es mi cielo, tu tierra, mi tierra, tu ángel… el mío, lo que me lleva a sentirte menos lejos, no porque mi andar reduzca distancia sino porque una parte de mi mente ya está contigo…
Tampoco he de pretender de ti una lectura mordaz, pues sería esclavizarte a ideas que intentan llegar de donde solo los sentimientos puede…
Hasta aquí he de confesar que tengo especial cuidado con lo que el maestro Leonardo da Vinci ha dejado como legado en mi, pues si es que su genio logró trascender sin ser robado he de valerme de esta técnica para que no te sea robado a ti…
Únicamente por quien estimo, he escrito… y aunque mis ganas por redactar se pierde día a día en la negrura del tiempo vivido, tú has sido la luz, que en mi báculo porté hoy, te has apostado como el hada que eres en él y me dejaste ver tu belleza escondida en aquel infernal bosque, donde ni tu ni yo encontrábamos consuelo…
Al unísono con “sad violin” he de terminar este cuento que me constriñe el alma, pues me siento abandonado por mi fuerza, ¿quién dijo que de amor no vive el hombre?. Quisiera tenerlo frente a mi y demostrarle que los actos más llevaderos en esta vida son los basados en el amor… que alguien le explique a este cautivo de su pasión, la última cena…
Los más grandes han caído ante las huestes del amor, los más rebeldes han visto su espíritu sosegado por las mismas tropas… que esperas tu… ¿acaso una aplastante victoria?, ¿no te ha bastado ver correr salados ríos, cual si fuesen devueltas las aguas del mar?... divina fuente del edén he descubierto más allá de la piel, comprendido esta todo aquello que he escrito, pues a mi lado aguarda una… paciente… que me hace compañía para ver lo irremediable del transcurrir del tiempo… y somos tres, sentados a la vera del camino llamado vida, expectantes de los primeros pasos de esa gran mujer…
Att. Un amigo.
Autor: El Padrino.