La mayoría de las personas piensa que las cosas que se dicen
no tienen una afectación directa al mundo que nos rodea, sin embargo, es todo
lo contrario. Cada una de las palabras que pronunciamos tiene una vibración,
ritmo, fuerza, energía y característica particular, es así como me dispongo a
abordar el tema de la palabra “NO” en nuestro lenguaje.
La palabra “NO” representa un rechazo, traducido de manera
energética esta se vuelve una afectación directa a quien la recibe o en su
defecto al objeto o persona al que va dirigido.
Cuando una persona expresa su emoción a través de la palabra
a la cual nos referimos genera una especie de abismo en la conversación, algo
así como un hoyo negro del lenguaje que absorbe gran parte de la intención en
la que se gesta una conversación, es por ello que debemos ser cuidados@s al
expresarla.
Por ejemplo, al decir: “No
puedo hacerlo”
Iniciar un pensamiento o frase con la palabra “NO” trae
consigo que “hacerlo” como es el caso del ejemplo se vaya por ese abismo del
lenguaje, por lo que tu consciente y peor aún tu inconsciente te limitan;
debido a que tu voluntad ha sido diezmada por tu pensamiento.
Ahora bien, decir que la palabra “NO” es del todo mala no
tiene fundamento alguno, pues se puede ocupar en sentido afirmativo, como en el
siguiente ejemplo:
Vas a quedarte más tiempo en el trabajo, ¡es una orden!.
No.
Este extracto de una conversación tiene una dinámica, si
analizamos a fondo el asunto la primera persona está queriendo imponer su
voluntad por encima de quien escucha en un primer momento, haciendo gala de su
posición de poder, sin embargo, la segunda persona que habla elimina de alguna
manera esa agresión verbal a través de un “No” rotundo, generando como lo
dijimos al inicio un abismo por el cual se va la intención primigenia.
Empieza a analizar tu entorno con respecto al uso del “No” y
te darás cuenta, haciendo un comparativo entre las personas que para ti tienen
éxito y las que no lo tienen, que lo que aquí escribo se apega completamente a
la realidad.