miércoles, 17 de junio de 2015

Centro


Les dejo un extracto del libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, que me pareció muy interesante y acertado, desde mi punto de vista es un libro que les recomiendo.

Autor: Stephen R. Covey

La seguridad representa nuestro sentido de la valía, nuestra identidad, nuestra base emocional, nuestra autoestima, nuestra fuerza personal básica (o la ausencia de ella).

Por guía se entiende la fuente de dirección en la vida. Circunscritos por nuestro mapa (nuestro marco de referencia interno que nos interpreta lo que sucede afuera) están las normas, principios o criterios implícitos que día tras día gobiernan nuestras decisiones y acciones.

La sabiduría es nuestra perspectiva de la vida, nuestro sentido del equilibrio, nuestra comprensión del modo en que se aplican los diversos principios y partes, y de las relaciones que establecen entre sí. Abarca el juicio, el discernimiento, la comprensión. Es una Gestalt o unidad, un todo integrado.

El poder es la capacidad o facultad de actuar, la fuerza y potencia para realizar algo. Es la energía vital para elegir y decidir. Incluye también la capacidad para superar hábitos profundamente enraizados y cultivar otros superiores más efectivos.

Esos cuatro factores (seguridad, guía, sabiduría y poder) son interdependientes. La seguridad y la guía clara otorgan verdadera sabiduría, y la sabiduría se convierte en la chispa o el catalizador que libera y dirige el poder. Cuando esos cuatro factores están presentes juntos, armonizándose y vivificándose entre sí, dan origen a la gran fuerza de una personalidad noble, un carácter equilibrado, un individuo hermosamente integrado.

Autor: Stephen R. Covey


martes, 16 de junio de 2015

Credo Personal


Autor: Rolfe Kerr

Primero el éxito en casa.
Busca y merece la ayuda divina.
Nunca te comprometas con la deshonestidad.
Acuérdate de las otras personas implicadas.
Escucha a ambas partes antes de juzgar.
Pide consejo a otros.
Defiende a los que no están presentes.
Sé sincero pero terminante.
Desarrolla una nueva habilidad cada año.
Planifica hoy el trabajo de mañana.
Lucha mientras esperas.
Mantén una actitud positiva.
Conserva el sentido del humor.
Sé ordenado en tu persona y en el trabajo.
No temas a los errores; teme sólo la ausencia de respuesta creativa, constructiva y correctiva a esos errores.
Facilita el éxito de tus subordinados.
Escucha el doble de lo que hables.
Concentra todas tus habilidades y todos tus esfuerzos en la tarea que tienes entre manos, sin preocuparte por tu próximo empleo o tu próxima promoción.

Autor: Rolfe Kerr

Un texto que considero bastante valioso, y que a través de mi lectura del libro "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva", del autor Stephen R. Covey pude conocer.

lunes, 15 de junio de 2015

Los cien días del Plebeyo.



Cuenta una vieja leyenda que hace mucho tiempo una bella princesa estaba buscando consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con magníficos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos...

Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riqueza que el amor y la perseverancia.

Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:

- Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimento que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esta será mi dote.

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:

Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba me desposarás.

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció fuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta y bella figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la magnífica faena. 

Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos. 

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar donde había permanecido cien días.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: 

-¿Qué te ocurrió?, estabas a un paso de lograr la meta, ¿Por qué perdiste esa oportunidad?, ¿por qué te retiraste?

Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas. El plebeyo contestó en voz baja:

-La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor.


Moraleja:

Cuando ames a alguien y sientas que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificarte o incluso humillarte, aunque te duela, aunque se te desgarre el alma, aléjate, esa persona no vale lo que tú puedes ofrecer. Y no hablo de luchar cuando las cosas se ponen difíciles, ahí deberías estar en la primer linea de batalla, hablo de que te haga sentir su aprecio por ti, que aún a la distancia su presencia no te falte, que de exactamente lo mismo que tú, si no lo hace, sencillamente...

¡NO TE MERECE!

Nota: Desconocemos al autor.

miércoles, 3 de junio de 2015

Devolviendo el reino



Y después de una tórrida batalla cuando estaba emprendiendo el viaje hacia nuevos horizontes, el sonido de los cuernos de guerra de mi castillo surcaron los aires.

Sin demora y presto al combate di media vuelta y me dirigí a mi imperio, ese que solo es conquistado a través del amor, y me postré frente a él; un mensajero corría presto por el viejo campo de batalla con pergamino en mano, al derredor, no parecía haber ningún peligro y cuando alcanzó mi posición entregó la nota que contenía fecha y hora para pero no daba más explicación, firmaba... la Reina. 

Suponiendo lo peor, volé hacia las comarcas más cercanas y en menos de dos días junté a un ejército que estaba comprometido a dar la vida por el ideal, lo comandé hasta la posición inicial y esperamos, sin descanso sin tregua, gritando vítores, si el enemigo no estaba fuera del castillo estaba dentro. 

Como es designio divino el plazo se cumplió, sin demora hice avanzar a mi ejército cuando las puertas se abrieron de par en par, y el grueso de mi ejercito salió sin tardanza del castillo en formación de guerra... -¿Pero qué demonios?- me pregunté, -¡alta traición!- se paga con la vida. Mientras que mi nuevo ejército avanzaba lento pero sin detenerse vi duda y miedo en los soldados que habían salido del castillo, arengados por los generales para la gran batalla, su corazón se amilanaba, así que ordené avanzar con toda la fuerza, sin miramientos, me levanté en los cielos y coordiné el ataque.

Como buen líder el primer combate es mío así que cuando bajé a enfrentar al primer traidor me di cuenta que su espada era de madera pintada de plata, di media vuelta y detuve la embestida, dos víctimas ya habían caído, pero el daño era menor a lo que planeaba.

Un ejército debilitado por el tiempo era quien me iba a enfrentar, no lo entendí, refunfuñé fuego frente a ellos, pero su lealtad hacia mi y la Reina era tal que ninguno dio paso atrás, ordené una explicación y todos callaron por orden estricta de la Reina pero yo no lo sabía, eso me llenó de sed de destrucción. Hasta que el silencio se hizo presente, ese silencio que cala en el alma, el mismo donde no se pueden escuchar ni los mismos pensamientos de uno y abriéndose el ejército en dos dejó pasar a la Reina, quien con desconfianza pero aún con aquel viejo candor de su corazón habló conmigo...

-ni una víctima más por esto, es lo que quiero- 

Presto a su deseo, ordené:

-Saludaos ejércitos hermanos porque esta es su tierra y este su reino-

Todo era desconcierto pero obedecieron ipso facto.

-A tu llamado respondo al momento mi Reina-
-¡No más!- aturdido por la noticia supliqué explicaciones.
-¿Por qué?, ¿qué pasó?
-Acompáñame y te lo diré.

-¡Formación de guerra!-, ambos ejércitos combinados se alzaron con aquel viejo vigor con el que lo recordaba, pero ahora era uno solo. -Guardad bien el Castillo mientras volvemos-

Después de eso en las cercanías del imperio caminamos como hace mucho no lo haciamos, más de cinco horas duró esa charla, entre recuerdos, tristezas, alegrías, preocupaciones y gozos, nos dimos cuenta de lo inevitable, la pregunta obligada fue...

-¿Qué quieres hacer?

Tu respuesta...

-Devuélveme lo que fue mío hace mucho tiempo.

-Te la entrego sin rasguño alguno, pero entenderás que la posición que ocuparás después de esto hace imposible tu estancia en el Castillo, seguirás viviendo en mi reino, pero ya no en el Castillo.

-Lo entiendo y eso quiero, pues bien, volvamos.

Frente a nuestros ejércitos me entregaste la espada del reino mismo, y frente a el te devolví la amistad de antaño.

Ambos ejércitos estaban desconcertados, pero mi voluntad y decisión es implacable, aún en estos casos.

-Que se haga presente la guardia personal de la Reina.

Setecientos soldados mostraron su honor y valía casi al instante, sólo los mejores

-Escolten a la Reina a su nuevo hogar, aún a costa de sus vidas, lleven viandas, vinos y licores, siete cofres de oro, lo mejor que tenga el reino a raudales para abastecer su nuevo deseo y cuando eso pase, hagan guardia permanente, ustedes serán mi vinculo con ella.

-¿Donde está mi guardia personal?-, otros 700 hombres hicieron frente a mi pregunta.

-Les entrego la Espada del Reino, pónganla en su sitio original, abastezcan el reino con todo lo que necesite, y cierren el castillo hasta mi regreso, andaré solo nuevamente por el mundo, hay cosas que se deben hacer.

-Una cosa más, gritaste mientras levantaba el vuelo...

-Prométeme una cosa más...

-No mi reina, desde su posición actual, y ya no siendo poseedora de la espada; y no viviendo en el castillo, sus deseos son limitados, escucharé su petición, pero no puedo prometerle nada, pues para mi una promesa es un juramento que se debe cumplir a cabalidad, pero le garantizo la libertad de expresarse conmigo, siempre, sin velos, sin miedos.

-Quiero que me prometas que empezarás a conocer gente nueva, que llenen tu castillo, no mereces mantenerlo cerrado, ábrelo para que alguien más lo habite, 

-No se lo prometo, pero lo resolveré...

Así pues ambos abandonamos el campo de batalla para escribir nuevas historias, ya llegará el día en que vuelva a saber de ti y me dibujarás una gran sonrisa...

(continuará) ILL