lunes, 26 de octubre de 2015

Defendiendo la ciudadela



Y el terror se hizo presente, todos corrían hacia la ciudadela, para encontrar refugio detrás de sus magnificas murallas.

Me alcé en vuelo hacia la montaña más elevada para recorrer con la mirada el campo de batalla y ahí estaban nuevamente, muy a lo lejos pero se acercaban con gran rapidez.

-Demonios, cuando entenderán, si ya han sido vencidos una vez por mi ejército, por más tropas que traigan, el final será el mismo.

Regresé presto a la ciudadela.

-¡Cierren las puertas! y defiendan la muralla, una nueva batalla se acerca.

Con la pasión encendida en la mirada rugí hasta hacer temblar el suelo, mi ejercito estaba listo, no habrá tregua.

-¡Dejen que se acerquen tanto como sea posible!, incluso déjenlos escalar por las murallas, todos tendrán un trágico final.

La estrategia ya estaba dictada.

Llamé a mis guardias personales.

-Ustedes vienen conmigo- y sin mayor explicación salimos por la puerta lateral, hacia lo desconocido...  




Una avanzadilla de 600 demonios intentó prender fuego a la puerta, pero mis tropas estaban preparadas para esa situación y exterminaron la amenaza.

Pese a los ataques el ambiente en la ciudadela se respiraba tranquilo y agradable, todo tenía un control estricto para vivir en armonía.

Los centinelas se turnaban para descansar pero al sonido del cuerno de guerra todos ocupaban sus puestos; una vez controlada la situación se volvía al estado de meditación y alerta.

Ya en la espesura de los bosques contiguos dicté las ordenes precisas a mis guardias personales.

-Señores, se dividirán en dos grupos y de cada grupo se generará una avanzadilla de 20 guerreros, los más veloces para correr, la última linea de guerra será compuesta por sus mejores hombres, el primer grupo se llamará oro, el segundo, plata, oro atacará por el flanco izquierdo, y plata por el derecho, quien debe salir primero a combatir será plata, debido a que tiene que rodear la ciudadela así que alisten todo y sin demora alguna lleven la estrategia al pie de la letra.

-Oro tu aguardarás en el bosque dos días, después de que salga el sol ¡atacas!.

-¿Pero Señor?... ¿quién lo cuidará a usted?

-No te preocupes viejo amigo, yo los veré en el centro del combate.

Dicho lo anterior, salí del bosque tan rápido que no di tiempo para ningún otra pregunta.

Volé incansablemente hacia el lago encantado y postrándome en la orilla convoqué a los magos.

-Sabios del mundo, una batalla se acerca, mi ciudadela corre peligro, requiero de su apoyo, pues aún mi escolta personal verterá su sangre en los campos de batalla.

Los trece magos aparecieron entre llamas azules y su líder comentó.

-Joven Dragón, tu confrontación fue aventurada, el peligro que corre tu ciudadela esta escrito desde hace siglos, nosotros ya sabíamos de tu llegada, lamentablemente para ti, en esta ocasión nos es prohibido intervenir por el Maestro.

- ¿Pero qué demonios estas diciendo?, ¿no recuerdas que cuando el lago estuvo a punto de caer en manos del mal mi ejercito y yo fuimos quienes los protegieron?, ¿acaso se te olvida que han vivido todo este tiempo bajo la protección de mi reino? pues bien, ahora te digo que necesito de su ayuda, y ¿niegas una alianza?

-Si, por orden del Maestro.

-¡No cuestionaré su designio, pero no lo entiendo!.

-No huyas de tu destino, pues te lo encontrarás en el camino, Joven Dragón.

-No voy en huida de mi destino, Gran Sabio, si me ves salir de mi Reino, es porque voy a su encuentro.

Molesto y sin la pieza clave para ganar la batalla ya había perdido un día, y en mi mente surcaba la idea fija de: mañana será el inicio de un combate decisivo.

Cansado por el viaje, seguí volando tan rápido como pude hasta llegar de frente a la ciudadela, contemplé un ejercito 10 veces más grande que al que vencí, y yo, atacaba con un ejercito 10 veces menos del que saqué en mi última batalla.

-¡Dios mío!, nadie sobrevivirá.

El combate arreciaba en el centro, mis bajas eran pocas pero las de ellos aunque mayores en número, no amedrentaron a su ejercito oculto.

Bajé a sus espaldas y quemé a tantos como pude, intentaron atraparme con vida y levante el vuelo entre flechas y lanzas, mi ejercito ya cansado desde lo lejos vio mi silueta, revolviéndose en el aire, para no ser herido y exterminando a tantos como la fuerza me daba y de pronto...

La flecha de una mujer hizo su trabajo, acertó en la parte débil de un Dragón, el pecho, a la altura del corazón, el único sonido que se repetía en mi mente era la punta cortando el aire y desgarrando mi armadura.

Agité mis alas tan fuertes como me permitió la poca vida que me quedaba.

Mis guardias personales, arremetieron contra sus enemigos, valientes caían entre tantas espadas, lanzas y flechas pero ninguno se dejó vencer por el miedo.

El cuerno de la escolta personal resonó como jamás lo había hecho, en medio de la atroz masacre, y al momento la ciudadela abrió sus puertas, el grueso del ejercito que la cuidaba estaba por salir a defender a su Rey.

-¡No lo hagan!, ¡es una trampa!, ¡no salgan!, esa no fue la orden que di.

Pero estaba tan lejos que no me escucharon.

Inició su avance, la tierra se estremecía, el enemigo estaba alerta, un Rey casi vencido a la distancia, gravemente herido, al interior de las murallas, todo parecía caos.

Trompetas de negro sonido se escucharon cuando la mitad de mi ejercito estaba saliendo; de los flancos asomaron más demonios, la ciudadela estaba completamente desprotegida, o salían completamente o regresaban completamente, pero en ambos casos el ejercito obscuro vencería.

-¡Zeus!, ¡no!, -había caído uno de los principales generales del ejército- atravesado por la espada de un enemigo, su rostro de dolor jamás lo olvidaré.

Entrados en deseos de sangre los demonios salieron de sus escondites, la magnitud del ejercito era avasalladora, seiscientos a uno.

Las fuerzas me abandonaban, poco a poco, con la idea de haber perdido el último combate, en manos de quien jamás creí capaz de caer...

Un ejército descontrolado frente a una hueste de demonios que surgían a borbotones de entre los bosques, sin espacio ni tregua.

Y con mi último aliento de energía, divisé a un jinete blanco, que atravesaba raudo entre, muertos, guerreros, guardias personales, demonios, lanzas, flechas y antorchas hacia mi posición.

Un frasco en la mano, la esperanza de todo un reino a libre galope y sin coraza alguna...

Mis ojos se cierran y la luz de la esperanza se apaga, parece que ya no habrá un mañana...

-Mi Señor, unas gotas de vida, el néctar de aquella flor que protegió hace un tiempo.

La energía volvió a mi como un torbellino desde el interior de mi corazón, que quemaba y cicatrizaba todas las heridas que estaban marcadas en mi cuerpo, saqué la flecha que me hizo caer y aún mareado avancé andando.

-Sigan luchando, no vamos a perder, la batalla esta cantada en glorias sobre el futuro de nuestra ciudadela, aún quienes han creído que caímos, se darán cuenta que su error es épico.

Mientras me levantaba, escuché otro cuerno de guerra, un sonido conocido, la ciudad de otro dragón estaba siendo desbastada.

-¡Pero que demonios!, escucha bien, Grut, lleva este néctar a la ciudad vecina, su líder lo necesitará.

-¡Pero Señor!, usted necesita esto ahora.

-¡Es una orden!, no pierdas más tiempo, yo estaré bien.

Ya un tanto recuperado, una nueva oleada de demonios venían del horizonte, montados en cuervos gigantes.

Del grupo plata sólo quedaban un puñado, peleando como un verdadero poema, el grupo oro aunque le sobrevivían mayor número de integrantes, se veía muy poco alentador su final, a las puertas de la ciudadela, el ejercito obscuro seguía intentando entrar sin alcanzar su objetivo, aún siendo engañados, defendían la posición.

Volvía a levantar el vuelo hacia el castillo e hice sonar los cuernos de retirada. Muy pocas veces se escuchaba este sonido en mi reino, prácticamente eran un mito sus melodías, y tanto el grupo oro como el plata, empezaron la huida.




Los demonios, sintieron el sabor del miedo y la victoria cerca, su impaciencia hizo que sacaran todas sus fuerzas estaban dispuestos a tomar el castillo a como diera lugar.

La puerta estaba bloqueada, un puñado de mis soldados haciendo frente a los demonios que veían como se acercaban oro y plata a sus espaldas y tras de ellos el grueso de su ejército.

-En el mirador del castillo contemplaba el plano general cuando de pronto, un llama blanca abrió un canal de fuga, levante la mirada y ahí estaba un hermano Dragón, haciendo gala de su implacable deseo de destrucción.

-¡No les tengas piedad ni contemplaciones!, para ti esto no es nada, en peores situaciones nos hemos visto envueltos y hemos salido bien librados, ¿a qué le temes?- y de nuevo envistió al ejercito enemigo.

Absorto en mis pensamientos lo contemple, con una mirada un tanto triste y nostálgica.

-Acaba con esto ¡ya! o ellos te acabarán, no hay futuro.

-Mi mensaje te llegó, bien, gracias por venir, necesitaba tus palabras para salir de esta hipnosis.

Algo empezó a recorrer mi cuerpo, una extraña y antigua magia, y de pronto mi tamaño se duplicó, así como mi fuerza y agilidad, todos lo notaron, era un cambio que hace tiempo venía trabajando, y hoy hace su presencia.

El líder de los demonios gritó "¡retirada, sálvese quien pueda!", pero ya era tarde, su ejercito estaba a mi merced.

Dos dragones en combate directo, un ejército aún de pie y ellos en campo llano.

-¡Mátenlos a todos! 

Vigorizado el ejército por mi regreso con mayor poder, empezaron a limpiar la zona. Mi hermano Dragón se despidió y dijo, volveré a mi batalla.

Formé una muralla de llamas alrededor del castillo, el ejercito obscuro no tenía escapatoria, mientras mi ejercito uno a uno los exterminaba.

Fui al encuentro de los cuervos y aunque hábiles en su vuelo, jamás se compararán al de un Dragón de combate, empezaron a caer, otros a huir. A la cacería de todos me dije a mi mismo y los perseguí por largo tiempo, viéndolos caer uno a uno, volverán lo sé, pero este encuentro no lo olvidarán.

Di vuelta hacia la ciudadela, aún estaban acorralados los demonios y bajé en medio del campo, ellos ya no tenían ganas de continuar el combate, mi ejercito no lo quería detener.

-¡Les dije que no volvieran y no me hicieron caso!.

-Señor Dragón, piedad, recibimos ordenes de atacar nuevamente para estar seguros de su fuerza.

Exhalé fuego y quemé vivos a parte de su ejército con el mío a mis espaldas, ninguno de ellos se movió.

-¿Te parece eso suficiente poder?

-Sí Señor.

-Bien- volví a exhalar fuego y quemé a otra gran parte del ejército en su presencia hasta que sentí el aroma de terror en el ambiente.

-Espero te este quedando claro el poder que se tiene en esta ciudad.

-Si Señor.

-Mátenlos a todos, excepto a este- y la orden fue cumplida.

-Ahora bien mi joven demonio, a ti te dejaré vivir, no porque me caigas bien, sino para que enteres al mundo de que nada ni nadie puede tomar esta ciudad. Y si te vuelvo a ver por estos lugares, aún sea porque te perdiste, tu final no será tan rápido como el de tu ejercito.

-Si Señor.

-¡Lárgate de mi reino, y jamás vuelvas!.

-Si Señor.

Huyó tan rápido que ninguna saeta lo hubiera alcanzado jamás.

-¿Dónde esta Grut?

-¡Aquí mi señor!

-Bien, forma un grupo de cien soldados y empieza a hacer el conteo de nuestras bajas y daños, el reporte me lo envías con un mago del reino, esta batalla por lo menos nos dará tiempo suficiente para cerrar un ciclo.

-¡Grut!

-¿sí mi señor?

-Eres el nuevo comandante general de mi ejército, tengo que ayudar a un hermano, pero volveré, mientras, mantén a salvo la ciudadela y da buena vida a quienes habiten en ella.

Dicho esto, volví a levantar el vuelo para enfrentar una batalla codo a codo, hombro a hombro junto a un hermano Dragón.